Hace algunos meses el Señor Presidente tuvo su momento de “gloria” al celebrarse la cumbre en que se reunieron los diferentes gobiernos que se han adherido a su grandiosa iniciativa. Todos los españoles pudimos verlo sonriente junto al dirigente de Irán, sí, de ese país que en tan alta consideración tiene a la mujer, de ese país que, en consonancia con el “pacifismo” del que es abanderando “nuestro” presidente, enriquece uranio desoyendo las llamadas de atención de la comunidad internacional, de ese país que se permite el lujo de decir sin tapujos que el Estado de Israel, un Estado democrático que forma parte de la ONU, ha de desaparecer de la faz de la tierra.
¿Qué entenderá éste hombre por alianza? ¿Y por civilizaciones? Quizá yo tenga un concepto erróneo de las cosas o haya sido afectada más de lo normal por la catastrófica LOGSE, pero yo creo que los Estados musulmanes han demostrado que poco tienen de civilizados y que, desde luego, poca predisposición pueden tener hacia una posible alianza. Quizá sea que Zapatero concibe como alianza el ponerles lo que se empecinan en llamar Al-Ándalus en bandeja, del mismo modo que concibe como proceso de paz, lo que viene a ser la claudicación del Estado de Derecho, del mismo modo que concibe como justicia la claudicación ante una huelga de jamón de York, del mismo modo que concibe que nación única e indisoluble se traduce en eso que se expresa con ese término acuñado recientemente y que produce rechazo a todo aquel que respete la Constitución del 78: “nación de naciones”.
Sr. Presidente, ocúpese de los problemas de los españoles, ocúpese de solucionar los problemas de España en lugar de potenciar los que ya tiene y crearle nuevos y peores. Me atrevo a proponerle que envíe a ese gobierno tan pacífico, tan democrático, tan respetuoso de los Derechos Fundamentales, a representar la figura de embajador español, a su estimado Zerolo.
lunes, 21 de mayo de 2007
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